jueves, 22 de diciembre de 2011

El amor es mágico, si no lo es no se le puede llamar amor.

Y allí estaban sentados en un banco, como dos desconocidos. Bueno en realidad lo eran, para ella, él era prácticamente una desconocido, pero él se enamoro de ella desde el primer momento en el que la vio. Fue hace dos años, en aquel entonces ellos tenían quince años, ella se acababa de mudar a Reading (si era un nombre raro para una ciudad, pero él suponía que había más ciudades con nombre parecidos en Inglaterra) e iba a su clase.
Ella empezó las clases tarde, un par de semanas después de lo normal. La profesora le asignó a él la tarea de ayudarla y si hacía falta hasta darle clases particulares. Ella era una chica muy tímida, apenas hablaba y casi no pidió su ayuda. Desde entonces él empezó a sentir algo por ella.
Y ahora estaban en ese maldito banco, a escasos centímetros uno del otro, pero mentalmente a años luz de distancia. Ella seguramente estuviera pensando en sus cosas, en su novio (si tenía, aunque esperaba que no porque esa idea lo mataba de celos). Al final él decidió comenzar una conversación con ella, ¿qué era lo peor que podía pasar?
-Hola- se decidió él al final.
Ella se sobresaltó un poco, no se lo esperaba.
-Hola- contestó ella casi en un susurro.
Él no quería que fuera una de esas conversaciones forzadas e incomodas que a nadie le gustan, así que se calló y perdió la esperanza. Aunque para su sorpresa tras tres o cuatro minutos ella le habló.
-¿Qué tal? Desde que ya no estamos en la misma clase no hablamos casi-.
Él se extraño, la verdad era que nunca se habían hablado mucho. Él quería contarle un millón de cosas, pero no quería tentar a la suerte y asustarla.
-Bien, genial diría yo- simplemente contestó.
-Me alegro por ti- dijo con una sonrisa forzada.
- ¿Y tú qué tal estás?- pregunté yo con verdadera curiosidad.
-Mal- contestó y estuvo a punto de echarse a llorar.
Genial pensó él, ahora me contará que su novio la ha dejado, pero que ella aún lo quiere, bla, bla, bla. Si accede a contarme algo claro y no sé que es peor.
-¿Quieres hablar de lo que te pone mal? Dicen que cuesta menos hablar de las cosas importantes con un desconocido, que es prácticamente lo que somos- dijo él con un tono firme en la voz, que a ella sorprendentemente la tranquilizó. Aunque no pensara que fuera a decir que sí.
-Sí quiero hablar de ello, creo que tienes razón- respondió ella sorprendiéndole.
Estuvieron unos minutos en silencio como si ella se estuviera preparando.
-Se ha muerto mi mejor amigo- soltó ella de sopetón.
-No sé qué decir- dijo él, aunque después de decirlo se sintió un poco estúpido.
-No digas nada, simplemente escúchame y cuando acabe dame un por que lo necesitaré-.
-Pasó hace un par de semanas, nos habíamos retrasado. Ya eran las doce y media de la noche y mi madre acababa de llamar preocupada, pero yo le dije que estábamos bien, que ya estábamos en camino. Jeremy, mi amigo iba a quedarse a dormir en mi casa aquella noche porque teníamos que acabar un trabajo de francés.
Íbamos los dos solos por la calle, los dos solos, no había nadie más. Hasta que apareció un tipo con un tipo que nos señalaba con una navaja. Yo pegue un chillido e intente correr cogiendo a Jeremy del brazo, pero no lo conseguí, pesaba demasiado, entonces me di cuenta de que Jeremy se estaba cayendo, lo habían acuchillado. El tipo había desaparecido y yo estaba sola con Jeremy tendido en el suelo que no paraba de sangrar.
La ambulancia llegó demasiado tarde.
Él tras ver que ella había acabado, le dio el abrazo que los dos tanto deseaban. La sensación que sintió cuando la abrazo no se parecía a ninguna otra que hubiera sentido antes. Era imposible de describir. Él se hubiera quedado así toda la vida y aunque no lo sabía ella se sentía exactamente igual que él.
Mientras que se abrazaban él le susurraba palabras de consuelo al oído, ella pensaba que eso era lo más bonito que le habían dicho nunca.
Cuando se separaron a regañadientes, sorprendentemente ella lo cogió por el cuello y le dio un apasionado beso. El beso fue mil veces mejor que el abrazo, esa sensación era única. Era como si Los Beatles estuvieran detrás cantándoles “Al you need is love”, porque sí lo único que ellos necesitaban era amor. El amor lo cura todo.
Todo esto pasó en un banco. Los lugares más corrientes y comunes pueden convertirse en lugares mágicos y en los más importantes para ti.

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